martes, 1 de marzo de 2011

El sol de marzo: placeres extraños

A veces me inquieta pensar lo poco que sabemos de los demás. Sobre todo porque eso nos impide saber lo raros que somos.

Muchas veces he hablado de mi idilio con la luna. Pero casi más que la luna me pone sensible el sol de marzo. El de hoy, el que me ilumina ahora mismo mientras escribo. Ese sol tímido que parece consolarme con sus promesas de primavera. No sé si hay algo que me guste tanto como sentir su calidez en el pelo, recibirlo en el silencio de la tarde. No estoy haciendo poesía. Es el sol, que hace poesía con mi corazón.

Odio el invierno. No puedo evitarlo, es como una cárcel mohosa. Estoy deseando que venga alguien a abrir los candados para poder ver la luz. Y cuando veo el primer rayito de sol colarse por mi ventana, me alegro y veo abrirse el mundo ante mí. No sólo las flores, sino también el cielo azul, el tiempo se hace largo... Parece que me anuncian que por fin puedo vivir. Todavía falta tiempo para la primavera pero sólo con pensar en ella, sólo con pensar en los días cálidos y amables que preceden al verano, me siento feliz.

A veces, me siento sola. No hay palabras con las que pueda expresar esto. ¿Me sucede sólo a mí? Pienso que cada persona tiene su pequeña lista de placeres extraños, aparte de los majaras como yo. Seguramente hay miles de sensaciones nunca narradas por sus dueños, paraísos perdidos en la distancia que nos separa. Nunca sabré si sientes como yo el sol de marzo.


Aquí un ejemplo sonoro de cómo se siente el sol de marzo. Ritsuko Okazaki tenía una voz muy dulce.

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