miércoles, 4 de enero de 2012

2011 (aviso: entrada egoísta, leer bajo responsabilidad) y 2012

No hay mucho que pueda decir después de tanto tiempo - aunque no creo que lo lea casi nadie - sobre este 2011. Él ha sido un mojón y yo una cabrona con el mundo y con la gente. Si alguien cree que me merezco mi soledad en estos momentos lleva toda la razón: para muestra un botón, mira el último post. Dije cosas desagradables a personas amables, amigos de mucho tiempo; o aún peor: no dije nada. Estuve en silencio, en silencio, en mi "amado silencio". Pido perdón, no lo hice con mala fe ni por odio a nadie. Sencillamente estaba enfadada y sigo estándolo, ahora aún más, pero conmigo misma. No tiene sentido enfadarse con nadie más que conmigo misma, porque el mundo y Dios siempre han sido así y lo demuestran más que nunca. Y como estoy enfadada y triste, y no puedo huir de mí misma ni romper espejos ni otras manifestaciones de ira, huyo de vosotros. Pero no es porque me hayais hecho nada. Mordiendo mis heridas, como el bebé al que le están saliendo los dientes, me aguantaré y berrearé por dentro en este nuevo 2012. Seguramente la sonrisa desinteresada y pura de alguien me hará sentir bien en algunos momentos, y será como un pequeño bastón para seguir arrastrándome por los días. Me gustaría poder sonreír así pero lo perdí en alguna parte y no sé dónde... Os pido perdón a todos los que os he fallado, incluído mi padre que ya no está en este mundo. Os pido perdón por no sonreír, por no contestar al teléfono. Y os doy las gracias por cuando me abrazasteis en silencio y me disteis la mano. Eso es lo único bonito y feliz que recuerdo de 2011 y la única cosa que se me ocurre desear para 2012. Esta rabia parece desaparecer en esos momentos. Pensándolo bien, más que romper farolas y edificios, me calmaría que alguien me abrazara muy fuerte muy fuerte, y poder llorar tanto y tan fuerte que todos los lloricas del mundo se quedaran pequeños, y en ese instante, lo mejor sería quizá morirme, porque claro, llorar no solucionará nada.