sábado, 2 de abril de 2011

La loca

Pues había hace un rato, Hipocondria mía, una loca pegando voces en mitad del cruce entre mi calle y la Avenida cercana. Era rubia, y tenía pinta de mochilera "fumada".

-¡Oh, una loca! Una amiga tuya.

Increpaba a los coches para que alguno parase y la recogiera, y por supuesto ninguno lo hacía.

-Bendita locura.

Gritaba "¡taxiiii!" desmelenada, corriendo en diagonal por mitad del cruce. Y claro, el pobre taxista daba un rodeíllo como podía y huía. Incluso pasó un furgón de la Guardia Civil y pasó de ella. Ella pegaba en la chapa de los taxis y se cagaba en sus muertos, ignorando el peligro de estar en mitad de la carretera.

Es gracioso y simpático a veces, el ver la libertad con la que actúan los locos. Ellos se hacen su mundo y sus razones. Para esta, era incomprensible e indignante que los coches no parasen, ni los taxis, ante sus gritos. Y así se lo ha estado explicando muy bien a los polis que han llegado al rato, que, evidentemente, han venido a rescatarla amablemente, ya que los malvados taxistas no, y la han subido en el coche de policía con sus bártulos.

Adónde la han llevado no sé, pero ella seguro que pensaba que a un lugar de personas decentes como ella.

Bueno, yo estaba totalmente dormida con mi gripazo y mis pastis, cuando su voz merdellona me rescató de mis aburridos pensamientos sobre el trabajo. Me asomé a la terraza y allí estaba ella, corriendo y gritando en mitad de la carretera. Qué energía. Qué vitalidad.

Debe ser divertido correr por mitad de la amplia calzada cortando el tráfico. También debe ser divertido gritar a pleno pulmón en una ciudad de noche: "¡HIJO PUTAAAAS!" Anda que no se quedaría una a gusto. Sería genial. Correr, gritar, insultar y parar el tráfico. No se puede, porque la sociedad está siempre vigilando. Pero oh, es una pena.